08 julio, 2006

Sanfermines Laicos

Santiago González

Corresponde lanzar el chupinazo este año a un concejal de Aralar que no quiere gritar «Viva San Fermín, Gora San Fermín», porque él es una persona agnóstica y no tiene «mucha querencia por los santos». Qué portentosa incapacidad para el lenguaje de la metáfora. Es de suponer que el concejal tampoco habrá corrido nunca un encierro. Sería un acto de indignidad encomendarse a San Fermín justo antes del primer cohete con el fin de encarecerle que eche un capote a los corredores en apuros.

¿Puede un laico ejemplar autorizar con su presencia un cántico que reza: «a San Fermín pedimos,/ por ser nuestro patrón/ nos guíe en el encierro/ dándonos su bendición»?Poder, claro que podría. Es de sobra conocida aquella aseveración tan racial de Luis Buñuel: «Gracias a Dios soy ateo». El munícipe laico de Aralar desconoce que los gritos rituales no deben interpretarse en sentido literal. Hace ya 1.703 años que San Fermín murió decapitado en Amiens. Si tenemos esto en cuenta, ¿deberíamos sustituir el grito por «¡Reviva San Fermín!»? Es mejor dejarlo como está.

Todo depende del punto de vista. Contaba Cándido en sus memorias la anécdota de un periodista principiante a quien tocó escribir un suceso: la caída de un hombre a un pozo y su muerte por ahogamiento. Al describir los pormenores dejó constancia de que el pozo medía tres metros de altura, lo que le fue corregido paternalmente por su redactor jefe: «habrás querido decir de profundidad». «No, señor», replicó muy digno el novel. «Es que yo lo escribo desde el punto de vista del muerto».

El punto de vista es la clave. Recuerden el juego de ETB sobre el encierro, consistente en atropellar y cornear a corredores, mientras esquiva orines y "katxis" de cerveza, ingredientes indispensables en las fiestas populares. Estaba planteado desde el punto de vista del toro. Podría parecer una extravagancia, pero las afinidades son cuestión muy subjetiva. En unos mundiales de fútbol anteriores, tocó jugar a la selección española con Irlanda. Las calles de las ciudades vascas se mostraban desiertas a la hora del partido, pero la televisión pública vasca puso las cosas en su sitio con un reportaje sobre el seguimiento del encuentro en una comunidad irlandesa afincada en Bilbao.

Era como lo del carné por puntos, pero al revés. El jugador guiaba al toro con el ratón y cuanto más corría y más mozos atropellaba, más puntos que sumaba, salvo que, eso sí que no, se le ocurriera atropellar al corredor euskalduna, malhadado percance que le hacía perder cien puntos de golpe.

Eso me pasa a mí también, que veo los encierros desde el punto de vista del toro y me doy una pena tremenda como corredor. Los gordos no estamos hechos para esto desde que cumplimos los treinta. Eso sin contar con que el mayor factor de riesgo en los encierros, al decir de los expertos, es la masificación. No contribuiré a ello con mi medio metro cúbico.

Pero el gora San Fermín qué tendrá que ver. Uno tampoco tiene especial querencia por los harrijazotzailes o por los concejales de Aralar, pongamos por caso, sin que esto constituya obstáculo alguno para adoptar un punto de vista ecléctico en materia de buenos deseos. Sobre todo en fiestas. Por ejemplo: ¡Viva San Fermín! ¡Viva Perurena! ¡Viva el concejal Eskubi!

(Diario de Navarra, 6-07-2006)

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